¡¡Saludos lupinos mis cotillas!! ¿Que tal vuestra existencia?
Tengo mucho que contaros, pero creo que voy a dosificarlo en diferentes entradas, hay mucho que contar y mi tiempo, para variar, es escaso.
La noticia del día es el ultimo evento friki al que nos presentamos este Sabado.
Mientras me partia los cuernos en el vehiculo automovil a tracción motor del trabajo para litigar con las averias de turno, recibí una llamada a mi móvil personal.
Se trataba de mi amigo el señor Nordmann, tan grande por fuera como por dentro (algún día os hablaré de el). La intención de su llamada no era otra que saber si me apuntaba a una breve aventura en la provincia situada más al sur de nuestra comunidad. El motivo de dicha peregrinación: “El Salón del Manga de Cádiz”.
Ni corto ni perezoso, acepte la propuesta de mi buen y barbudo amigo.
Al llegar a casa, se presentaba un nuevo desafio: Convencer a Orion, mi sufrida esposa Carolina. Habíamos de presentarnos en la estación a las 7:45 de la mañana, dejar a un lado todos nuestros planes anteriores y embarcarnos en el tren.
Grandes y titánicos habian sido mis esfuerzos hasta entonces para acercar a esta maravillosa mujer al extraño mundo que dibujan mis gustos y oníricas pasiones. Aunque, muy a pesar mio, apenas había conseguido acercarla un par de pasos.
Sin embargo, conseguí convencerla para que me acompañara en el viaje.
Toda resistencia hubiese sido futil. Mi determinación se reflejaba en mis ojos, por lo que optó por claudicar y cogió mí mano. -“Venga vá, nos vamos a Cádiz”-. Esas fueron las palabras que la hicieron sentarse en aquel tren que pocas horas después nos llevaria a la ciudad costera.
Nada más montarnos nos encontramos rodeados a ambos flancos del vagón. Por un lado un grupo de personajes apasionados del Cosplay representaban escenas de ¿Naruto? en japonés. Como bien advirtio el aguzado ojo de Nordman, debian perseguirlos, pues el chico de la peluca rubia echaba más el ojo por la puerta, que una cabra en un barranco.
Pero eso es solo lo que teníamos a las seis en punto. Bloqueados a las 3 y a las 9 por las paredes de aleación del vagón, toda posible uída quedaba bloqueada por un nutrido grupo de extraños seres emergidos de la red. Su estandarte hondeaba imponente: “¡Teletransporte Ya!”.
Ante esta díficil situación, optamos por pasar desapercibidos. Mientras hablabamos tonterías y mi amigo Wally se destrozaba las pestañas jugando con su DS a un juego de cocinitas, Superlolo disertaba sobre como las virtudes femeninas podían ser potenciadas por unos disfraces “morbosos”.
Finalmente, trás unas dos horas de trayecto, llegamos a nuestra provincia de destino: Cádiz.
En el camino, Wally aprovechó para lanzarle la zarpa a uno de los miembros del grupo del temido estandarte: -“Vosotros sois los del foro de Nintendo DS ¿verdad?. Os he reconocido por la fricada del cartelito, y ese sseñor debe ser Quevedo ¿no?”-.
Ya la habiamos liado: eran ellos.
Sin embargo Lolo queria churros en otro bar, me quedé con las ganas de saber un poco más sobre esta extraña tribu, aunque cabe la posibilidad de que en el futuro nuestros caminos vuelvan a cruzarse.
Trás saciar nuestro voráz apetito con unas estupendas tostadas con tomate y aceite (si, de churros nada) continuamos nuestro recorrido. No sabíamos exactamente donde se ubicaba el templo, pero estabamos cerca, de eso estábamos seguros. Cada vez encontrabamos más y más personas de extraña vestimenta, así que la fase final de nuestro recorrido se limitó a seguir a la marabunta.
¿Que decir sobre el evento?
Estuvo la mar de bien, todos nos lo pasamos de escándalo, Eduardo se perdió el concurso de comer Ramen (al que ninguno de nosotros duda que se hubiese erigido como indiscutible vencedor), escuchamos un montón de cancioncillas, incluida un clásico que nos llego al corazón: “Dragones y mazmorras” (tema acompañado de unos excelentes efectos especiales “¡chiun chiun!”), nos compramos algún que otro comic… todo normal, hasta que sucedió algo que permanecerá grabado en nuestras retínas aún después de que partamos de este mundo:
Fué en el momento en que mi mujer pudo divisar al grupillo de otakus disfrazados de personajes de “Bleach”, cuando se produjo la transmutación.
Es difícil para mí describirlo con fidelidad sin que mis manos tiemblen y mi espina dorsal se estremezca con un frío que haría parecer una cálida brisa a los despiadados soplos del artico.
Tan sorprendente como esperpéntico espectáculo fué verla avalanzarse contra esos pobres muchachos y muchachas, camara en mano, mientras iba siendo poseida por San Vito.
Imposible no ceder a sus deseos. Medio millón de fotos tiene en la camára rodeada de asustados chavales con una figura borrosa de lo que fuera mi esposa (por los saltos) encabezando el retrato.
Ese día perdí a mí mujer. Al menos aquel ser que recuerdo antes del evento. Desde entonces, todas mis noches he de compartir cama con una Otaku.
No sufrais, he aceptado mi situación. Sigo siendo feliz, sobre todo ahora que la estoy convenciendo para que se compre unas orejas de gato.
¡Cuidado caperucita, que te come el lobo!.
¡¡¡WUAHAHAHAHAHAHAHAHHH!!!!
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